Hay momentos en la infancia que nunca se olvidan. Una de ellas es cuando se conoce la verdad que se ha ocultado sobre la existencia de Santa Claus. Cómo lo supimos, cuándo nos dijeron, quién nos lo contó, son vivencias que quedan grabadas para el resto de la vida.
Pero más allá de la anécdota, confrontar la existencia de Santa Claus con un niño que ni siquiera sospecha, no deja de ser un asunto serio. Cada pequeño es un mundo aparte y nadie mejor que los padres para ir evaluando su grado de crecimiento, pero aún así es importante, llegado el momento de la revelación, tener estas claves en consideración.
¿A qué edad es bueno decírselos?
Si bien no hay una edad establecida, los expertos sugieren que sea entre los 7 y los 9 años. Entre esas edades ya los niños han adquirido cierto grado de madurez para empezar a separar lo que es real de lo ficticio o imaginario. Es evidente que cada caso es particular y que algunos pequeños están expuestos a la verdad por una serie de razones: contacto con terceros, acceso a fuentes de redes sociales, amigos, etc.. Lo relevante es que los padres tengan claro que para el niño la magia que envuelve la presencia de Santa Claus no solo es la existencia de un regalo, sino que supone un paso en el crecimiento del menor.
¿Quién se los debe decir?
Idealmente, los padres son los que tienen que asumir la tarea. Ojalá, además, que sean los primeros en abordar el tema, antes que el niño se entere a través de terceros que puede que no tengan la delicadeza o la sensibilidad para plantear el tema. En algunas oportunidades los propios amigos que ya saben, pueden herir la susceptibilidad del niño haciéndolo sentir ingenuo o que ha sido víctima de una farsa, por eso es ideal que sean lo padres quienes se adelanten.
¿Cómo se les debe contar la verdad?
Los especialistas recomiendan que sea de una manera gradual y en un ambiente de tranquilidad. Algunos expertos señalan que una buena manera de hacerlo es haciéndoles un recuento de anteriores navidades, evocando antiguos regalos y recordando las circunstancias en que Santa Claus "visitó" la casa y depositó los regalos en el árbol navideño. Otorgarle a la conversación una sensación de complicidad familiar, hará que el niño lo interprete como que fue una parte de un juego y que él fue el gran beneficiado, no el engañado.
¿Cuándo se les debe decir?
Nunca cuando la Navidad ya está cercana. Es conveniente que la conversación se genere cuando las expectativas de la llegada de los regalos esté aún lejana y que el niño no se sienta defraudado o que la verdad le golpee su mente imaginativa. Es vital, también, que el niño se sienta portador de un secreto que ahora debe atesorar para que niños más pequeños aún sigan creyendo que Santa Claus existe.
¿Qué pasa si el niño reacciona con tristeza o enojo?
Hay que dejarlos que se expresen. Develar una verdad que para los niños ha tenido un origen mágico y que ha sido una fuente de felicidad, peude resultar muy duro. Sin embargo, los padres deben tener claro que desde ahora la Navidad para ese niño tiene que significar algo en que el espíritu de encuentro sea lo que prima, más allá de los regalos.