Desde aquel fornido luchador romano con un físico escultural a un cuasi sesentón descuidado que debe combatir un sobrepeso evidente han pasado poco más de dos décadas. Rusell Crowe recién cumplió los 59 años y hoy es una figura francamente irreconocible a la que poco y nada le importa lo que digan de su aspecto.
El actor nacido en Nueva Zelanda, cada vez más alejado de Hollywood, reapareció en un aeropuerto de Sydney, Australia, junto a su pareja Britney Theriot, bajándose de su jet privado, vistiendo un buzo deportivo y una camiseta polo que no ocultaba una descomunal barriga.
La pareja viajó acompañada del nuevo miembro de la familia, un cachorro de nombre Ezekiel, que ha llegado después del lamentable fallecimiento del anterior y querido perro Louis, de propiedad de Britney.
Crowe ha dejado definitivamente su rol de actor en una segunda línea, porque está destinando su tiempo a ser uno de los gestores de la construcción de Aussiewood, un estudio de cine de 400 millones de dólares. Aquella empresa más el destino del equipo de rugby South Sydney Rabbitohs, del cual es copropietario, parecen ser sus máximas preocupaciones profesionales.
El ganador del Óscar al Mejor Actor por Gladiator (2000) no mostró intención alguna de acercarse a los medios que se toparon con él en el el aerpuerto y mantuvo esa distancia que lo ha caracterizado con la prensa desde hace décadas, aburrido de que le pregunten más por su condición y apariencia física, de la que sencillamente parece sentorse orgulloso, que por sus proyectos cinematográficos.
Russell Crowe llegó a tener un peso superior a los 130 kilos, lo que generó en ciertos problemas de salud que lo tuvieron a mal traer durante la segunda década de este siglo. Parte de su decadencia actoral ha pasado justamente por haber tenido que desechar roles donde debía encarnar protagonistas que requerían de un gran despiegue físico. Sin embargo, el ganador del Globo de Oro por A Beautiful Mind (2001) ha sido tajante al respecto: si en Hollywood hoy ya no lo quieren por cómo es, ése dejó de ser un problema de él.