Dice el comidilllo de palacio que la recientemente nombrada duquesa de Edimburgo recibió con la mayor felicidad posible su nuevo título, en razón a que es la esposa del príncipe Eduardo (59), el hermano menor del rey Carlos III.
La alegría de Sophie (58) es que con su nuevo rango nobiliario dejará de tener que hacerle reverencias a Meghan Markle (41), duquesa de Sussex, cada vez que haya un encuentro con ella en alguna recepción o actividad oficial de la realeza.
La ex condesa de Wessex, hasta el viernes pasado, nunca ha tenido una relación fluída con Meghan Markle, y luego de la partida de la pareja de Sussex a radicarse fuera del Reino Unido, la mínima cercanía que existía casi por cortesía sencillamente se congeló.
El origen de la distancia parece estar cuando Meghan no quiso que Sophie fuera su guía en los meandros de la realeza y las relaciones familiares entre sus integrantes. La ex condesa de Wessex había sido visada porque la reina Isabel II la consideraba un miembro aglutinante de la familia real, y porque además era para la monarca una persona de estricta confianza.
El rechazo de Meghan Markle a aceptar la mentoría de Sophie supuso, además, todo un problema para el palacio de Buckingham, ya que nunca nadie que fuera ajeno a la realeza y necesitara conocer los detalles de la rutina monárquica se había negado a recibir la capacitación de un integrante de la realeza.
Los recientemente nombrados duques de Edimburgo, Eduardo y Sophie, han sido notablemente fieles a la tradición monárquica y la renuncia de los Sussex a vivir bajo los principios reales, y más aún, luego criticarlos duramente, fue considerado por ellos como una traición.
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