La princesa Charlene es una persona totalmente diferente a cómo era hace un año: hoy acapara los focos, se destaca en los eventos más importantes de la agenda de los Grimaldi, como en la celebración de Santa Devota, y se relaciona con los monegascos con una sonrisa que es la que siempre esperaron de su monarca.
La ex nadadora finalmente se impuso ante sus cuñadas archienemigas: Estefanía y, principalmente, Carolina de Mónaco.
Tras diez años de tristeza ante las cámaras, la nueva Charlene ha logrado lo que parecía imposible de conseguir, pero ha sido gracias a que pudo armar a un equipo de confianza que está con ella en Montecarlo. El rasgo común es que todos son sudafricanos, igual que ella.
Charlene se casó con Alberto en 2011, no hablaba nada de francés y no fue bien recibida por la corte del Principado por ser extranjera y plebeya. Su condición de nadadora olímpica no le sirvió de mucho. La aristocracia monegasca esperaba que el puesto de esposa del Príncipe fuera para una de sus integrantes.
La principal razón de la tristeza de Charlene era la lejanía con sus afectos, más que vivir en lo que un cercano de ella llamó como "un nido de serpientes", en alusión al Principado.
Charlene tuvo a su lado a su hermano Gareth Wittstock, quien defendió sus intereses durante su ausencia por enfermedad y quien le ayudó a formar su propio gabinete dentro de palacio. Desde ese momento, a Charlene se le ve sonriente.
Charlene ahora tiene a sus padres viviendo con ella, Lynette Humberstone y Mike Wittstock, quienes llegaron expresamente a apoyar a su hija.
Según cita una fuente a "Daily Mail", "la cercanía de sus padres hace sentir a Charlene segura y protegida y le recuerda la vida mucho más informal que tenía en Sudáfrica antes de convertirse en la princesa de Mónaco".
Charlene cuenta con un círculo de confianza integrado solo por sudafricanos. En él están el diseñador Terrence Bray, responsable de algunos de los mejores looks de Charlene. Él se ha convertido en el constructor de la nueva imagen de la princesa. Y también está la retratista Stefanie van Zyl, quien es una de sus inseparables. Ellos, junto con su familia, han logrado el cambio que parecía imposible.