Ante la ausencia del príncipe Alberto de Mónaco (64), la princesa Charlene (45) adquirió esta semana la gran revelancia que le otorga el cargo. La esposa del dignatario fue quien se encargó de presidir varias actividades protocolares, dejando en claro que se siente muy a gusto de volver a cumplir funciones de Estado.
Pero fue durante la celebración de la patrona del Principado, Santa Devota, cuando Charlene comprendió que no solo su participación había sido importante para darle el mayor de los realces al festejo, sino que también sus hijos gemelos Jacques y Gabriella, de 8 años, habían protagonizado un episodio que empezaría rápidamente a dar la vuelta al mundo.
La repentina enfermedad de Alberto de Mónaco, aquejado por tercera vez de un contagio de Covid-19, dejó a Charlene a cargo de la ceremonia de quema de la barca en honor a quien "protege" al Principado. Cuando junto a Jacques y Gabriella encendieron con antorchas el pequeño barco, dando por iniciada la tradicional celebración, fue el momento en que la pareja de gemelos se robó por completo la atención, quedando en evidencia que los medios ya los tienen detectados como figuras de la realeza europea, pese a su corta edad.
El cariñoso abrazo que se dieron Jacques y Gabriella durante el acto de conmemoración fue inmediatamente divulgado por las agencias de noticias y las redes sociales. Solo en cosa de minutos, la princesa Charlene confirmó que sus hijos ya han adquirido por sí mismos un lugar relevante en la realeza monegasca, y que lo que queda para adelante será una continua rutina de preparación para que adquieran las herramientas sociales para enfrentar el interés público.
Charlene asume el impacto de Jacques y Gabriella
Jacques y Gabriella están pasando tempranamente a ocupar el lugar que sus tías Carolina y Estafanía tuvieron cuando, junto a su hermano Alberto, eran el foco de atención de los medios que cubrían la realeza, sin que aún existiera el impacto de las redes sociales. Y el mismo proceso de adaptación que Charlene enfrentó cuando pasó a ser una destacada nadadora olímpica sudafricana a la prometida del príncipe de Mónaco, es lo que sus hijos tendrán que vivir.
Alumnos del colegio François d'Asside-Nicolas Barre, una exclusiva institución privada con orientación católica es la encargada de entregar la formación educacional a los genelos, mientras que fuera de la escuela, ambos reciben un reforzamiento en conocimientos propios de su estarura real. Es ahí donde la princesa Charlene juega un rol básico, ya que es ella quien controla personalmente el progreso de los gemelos.
"Los príncipes Charlene y Alberto están conscientes de que sus hijos están en el objetivo de interés de la gente, porque en sí mismos tienen un atractivo y personalidad que ha escapado a lo que quizás sus padres hubiesen querido. En ese sentido es que están haciendo lo posible para que crezcan dentro de un ambiente lo más normal posible", explica una fuente cercana a la formación de los hermanos.
La secuencia de fotografías del abrazo de Jacques y Gabriella mostrando cómo un afectuoso y auténtico cariño de hermanos se puede convertir en un fenómeno de alcance mundial, ha sido la gran experiencia que Charlene vivió esta semana, independiente de su regreso a la primera fila institucional del Principado. Nada que no imaginara, y que de todas maneras la enorgullece y le da motivación a seguir ocupando el espacio ganado en Mónaco.