Todas las pruebas indican que el príncipe Andrés (62) estaba muy cerca de conseguir que la reina Isabel II, su madre, evaluara de verdad la posibilidad de perdonarlo y reintegrarle los títulos y privilegios de quienes sirven a la corona británica. Pero Su Majestad murió en Balmoral y los planes de autosalvataje del duque de York se perdieron en los pensamientos de la fallecida monarca.
Carlos III y su hijo mayor, el príncipe Willliam, en cambio, han sido implacables con Andrés. Ya le han dicho en todos los tonos que no habrá amnistía ni perdón, luego de la vergüenza mundial que involucrara a la realeza con la acusación de abuso sexual del duque de York con una menor de edad que habría sido obligada a sostener relaciones íntimas con Andrés, en el marco de su amistad con el millonario pedófilo y traficante de mujeres, Jeffrey Epstein.
Por si aún no se convence que su condición es irreversible, el príncipe Andrés volvió a recibir una fuerte señal que su presencia es cada vez menos apreciada en el entorno real. El rey determinó que la escolta policial que lo protege será despedida o reasignada a otros menesteres, lo que de paso generará un ahorro de 3 millones y medio de dólares.
Príncipe Andrés se quedará sin escolta policial armada
La guardia que dejará de proteger a Andrés a partir de este jueves 1 de diciembre estaba compuesta de un destacamento de policías armados que pagan los contribuyentes británicos. La pérdida de la escolta fuera de la casa que habita en Windsor ha originado que el duque de York inicie urgentes operaciones a nivel de contactos políticos para que no suceda.
Sin embargo, fuentes de palacio han confirmado que la decisión del rey Carlos III no tiene punto de regreso. El abandono de la protección de Andrés es una señal inequívoca que cada vez se le restringirán más los derechos que el hermano menor del monarca, pese a que la reina lo despojó de sus deberes oficiales.
A la preocupación por quedarse sin seguridad o tener que contratar alguna de carácter privado, Andrés debe resignarse a la marginación casi absoluta y definitiva de su persona como dignatario real, más aún considerando que la primera línea de sucesión de Carlos III, es su sobrino William, quien respecto al duque de York comparte el criterio del rey: no devolverle nada a quien lo perdió por sus propios intereses.