Justo cuando se celebra el Día Mundial del Payaso, es imposible no hacer referencia a quien fuera el comediante circense más famoso de México, Cepillín, y un final que no se merecía su notable trayectoria.
Ricardo González "Cepillín" será recordado a lo menos por cinco generaciones que lo conocieron a través de sus shows de televisión, de sus películas, de sus actuaciones circenses, de sus discos y de sus centenares de apariciones en diversos escenarios, ya fuera para presentar sus rutinas o, sencillamente, para saludar a un público que siempre lo ovacionó.
Nacido el 7 de febrero de 1946 en Monterrey, Cepillín había cumplido medio siglo de vida artística, desde que debutó en el Canal 12 de su ciudad, en un espacio donde se hacían recomendaciones de educación bucal, ya que González se tituló de odontólogo.
Como admitió a su familia y a sus amigos más cercanos, el corazón quería, pero el cuerpo ya no podía. Desde el 2020 que el bien disimulado deterioro físico hacía mella en su esfuerzo por mantenerse vigente.
Cada vez eran más constantes los dolores musculares y el cansancio, aunque públicamente apenas lo reconocía cada vez que le preguntaron por su estado. Lentamente, sin embargo, el Payaso de la sonrisa tierna se estaba apagando.
Su agotamiento interno le hizo decidir que el 2021 era el momento de la despedida. 50 años de trayectoria era el cierre perfecto de una carrera brillante: décadas de permanencia en la televisión, tres películas, 18 discos, una historieta y una serie animada. Suficiente para retirarse a los cuarteles de invierno.
Complejo historial de salud
Fue el propio Cepillín, quien en octubre de 2020, a propósito de un homenaje de TV Azteca, admitió que sus médicos ya se habían resignado a darle consejos sin que él los obedeciera.
El físico del payaso mexicano había soportado un primer infarto cardíaco en 2005 durante una función en Puebla. El episodio, a sus 59 años, le significó el retiro de la actividad circense, ante la presión de su familia preocupada por su estado de salud general e irrenunciable tabaquismo.
Un año después, cuando ya tenía en su ficha médica llena, con una caída en altura desde un trapecio, la fractura de cuatro huesos de la cara, la cirugía por una hernia y otra por apendicitis, sufrió otro infarto al miocardio, por el que se le tuvo que colocar una sonda que destapara la obstrucción.
El payaso-animador, cantante y empresario del espectáculo infantil sobrevivió a un tercer infarto en 2015, que lo tuvo internado haciéndose varios exámenes. Los resultados no fueron alentadores: se le detectó un problema respiratorio agudo. La recomendación médica fue bajar la actividad y asumir que su organismo ya estaba al límite.
Últimos días de mucho dolor
"El artista debe retirarse como el torero, en pleno uso de sus facultades", declaró en aquel homenaje en vida que le hizo TV Azteca, cinco meses antes de su muerte. Ya estaba convencido que su adiós era inminente, que su condición física no era compatible con su deseo de seguir en los shows y las presentaciones. Sólo rogaba que tuviera tiempo para despedirse de su público.
Pero una semana antes de fallecer y mientras preparaba su gira de adiós, Cepillín comenzó a vivir su calvario. Una caída y un golpe en su espalda, que en un comienzo pareció menor, se transformó en un dolor agudo e insoportable de columna. Acostumbrado a enfrentar los avatares del circo, Ricardo González aguantó lo más que pudo, hasta que le pidió a su hijo que lo llevara al Corporativo Hospital Satélite. Nunca más saldría de ahí.
La delicada cirugía que enfrentó Cepillín contempló la instalación de ocho tornillos de titanio en su columna y dos varillas para estabilizarla. Pero lo más grave se produjo durante su intervención en el quirófano: al Payaso de la televisión mexicana le encontraron un linfoma cancerígeno.
A la angustia por el mal pronóstico, se le sumó el complejo postoperatorio de la figura del espectáculo. Prácticamente inmóvil, muy sedado y con muy pocos momentos de lucidez debido a los anestésicos, Cepillín apenas pudo despedirse de su mujer, sus hijos y sus nietos.
Su último gran motivo de vida artística, la despedida de los escenarios y de la vida pública, quedó frustrado. Los planes de un adiós a las cinco generaciones que lo siguieron a lo largo y ancho de México, como él soñaba, no se pudo concretar.
El post operatorio de Cepillín fue, en realidad, la agonía. Con un coma inducido, para que no sintiera los agudos dolores a su columna, Ricardo González comenzó un deterioro orgánico progresivo, que lo llevó primero a sufrir una insuficiencia renal, y posteriormente, le acarreó problemas respiratorios y una falla multisistémica que derivó en un paro cardíaco.
Nada más se pudo hacer. La vida del rey de los payasos mexicanos se apagó en menos de una semana. Cepillín no pudo cumplir su sueño de una despedida oficial, aunque quedó en el recuerdo de todos los millones a quienes les arrancó más de una sonrisa.